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Jueves, 09 de Noviembre de 2006 14:51

Pilar Tom�s abre el ciclo de conferencias del Aula de Humanismo analizando la importancia de la Musica religiosa dentro del patrimonio cultural de Occidente.

G.C. - C.M.
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Con la m�sica como nexo de uni�n, el Aula de Religi�n y Humanismo de la Universidad de C�rdoba abri� ayer tarde sus actividades abordando una segunda parte del ciclo iniciado el pasado a�o bajo el titulo " Religi�n , humanismo y cultura. la memoria de Europa en un mundo global" en esta ocasi�n centrado en el Renacimiento, el Humanismo y la Reforma.La encargada de hacerlo fue la directora de la Semana de M�sica Religiosa de Cuenca, Pilar Tom�s, desde la triple perspectiva de su actividad como gestora cultural, como investigadora y c�mo solista en grupos de c�mara.

Tom�s traz� una amplia reflexi�n sobre el contexto en que puede analizarse la relaci�n entre dos conceptos como m�sica y religi�n, se�alando la escasa atenci�n que desde siempre se ha prestado a las disciplinas musicales en el marco de los estudios universitarios, quiza por el matiz artesanal que caracteriza la manera de transmitir este tipo de conocimientos, en la que el profesor trabaja de forma casi exclusiva y personalizada con cada alumno la t�cnica del canto o de los diversos instrumentos.

Para la conferenciante el lenguaje musical occidental no hubiera podido existir sin la religi�n, por cuanto hunde sus or�genes en el canto gregoriano desde cuya estructura musical evoluciona hasta la escritura que, a partir del Renacimiento, se configura en torno al pentagrama y el sistema de claves y de notas. " En definitiva somos herederos de una tradici�n que est� en lo m�s profundo de nosotros mismos- afirm�- y quiza ello bastar�a para defender la importancia de la m�sica religiosa".

Seg�n Tom�s el caracter laico que domina la vida actual hace que cualquier reflexi�n sobre religi�n se asocie enseguida a cuestiones de dogma o de doctrina, cuando en ella est� la g�nesis de importantes elementos culturales. Otro problema es dar a la m�sica religiosa el carecter l�dico con que hoy se conciben las manifestaciones m�sicales, cuando su origen es otro. " Y precisamente ah� radica un tercer problema: hacer este repertorio comprensible y llevarlo al contexto y al sitio en que debe estar". Por otra parte, a�adi�, tambi�n tendemos a valorar mucho la m�sica religiosa de otras culturas sin ser conscientes de la gran aportaci�n de la nuestra a la cultura musical universal.

Incluso la propia Iglesia ha contribuido a esta dificultad para expandir el repertorio musical religioso al relegar las funciones de la m�sica sacra dentro del culto, tras el Concilio Vaticano II, y al ir desapareciendo de los cabildos figuras como el maestro de capilla o el organista. Por otra parte la desamortizaci�n del XIX contribuy� a la dispersi�n del patrimonio musical de muchos conventos y monasterios. " De aqui que la tarea de un programador de eventos como la Semana Musical de Cuenca u otros similares sea muy compleja.Y es que para comprender la raz�n de ser de esta m�sica es preciso situarla en el hecho religioso para el que fue concebida y ponerla en relaci�n con el mensaje que quiere comunicar; algo dificil de conseguir, por ejemplo, en una sala de conciertos al uso. Algo parecido pasa con los autos sacramentales en los que no tiene sentido la m�sica sin el texto, ni el texto sin la escena".

Pilar Tom�s fue presentada por la directora del Aula, Maria Dolores Mu�oz, quien record� el caracter abierto, plural y participativo de �sta, tratando de interpretar el lenguaje y las inquietudes del tiempo actual y propiciando la contraposici�n de opiniones entre especialistas cualificados desde una visi�n laicista, por entender, con Hannah Arendt, que s�lo desde el laicismo se puede profundizar en nuestras raices espirituales. En el acto inaugural estuvo tambi�n presente el director general de Cultura de la UCO, Octavio Salazar Ben�tez, quien elogi� la actividad de la C�tedra y el inter�s y actualidad de los temas que aborda, subrayando el empe�o de la Universidad por potenciar su papel en el �mbito cultur